Saturday, November 21, 2009

La Comisión de la Verdad

Dejaré descansar hoy a mis lectores de cifras y estadísticas sobre la evolución de la economía, el desempleo, el consumo ó la producción. Quien desee revisar en detalle datos y magnitudes sobre nuestros problemas económicos actuales está muy cordialmente invitado a leer mis artículos anteriores en este mismo blog.

Intentaré más bien, tratar de entender las razones por las cuales la sociedad, en general, no se ha manifestado sobre la inaplazable necesidad de establecer una instancia mediante la cual se pueda aclarar la verdad con relación a la grave realidad económica y social actual, aún desdibujada y opaca, de tal manera que los ciudadanos de la calle podamos conocer y comprender qué es lo que realmente ha venido ocurriendo en los últimos años con nuestra economía. Y me temo que la situación es bastante similar en diversas latitudes.

En los últimos días, por ejemplo, el señor Geithner -Secretario del Tesoro de los EE.UU- no pudo admitir, ni con mínima honestidad ni pudor -elementales características éstas de una persona ponderada en su cargo- la responsabilidad que le atañe a la autoridad económica en ese país por la magnitud actual del descalabro económico y financiero, que debemos recordar es el peor de la historia de los Estados Unidos desde la Gran Depresión de los años 30s el siglo pasado. Al ser interrogado una y otra vez en el seno del Congreso de su país, sobre si iba a renunciar por su falta de acciones efectivas ante la frustrante y compleja realidad que se vive actualmente en esa economía, no dudó en continuar con su conocida tónica de repetir -hasta el cansancio- que la economía se venía mejorando día a día, tal y como lo venían reflejando, según él, los principales indicadores. Es evidente que el Secretario de Hacienda norteamericano parece no percatarse aún de las pésimas cifras del creciente y gravísimo nivel de desempleo que se vive en su país. Muy probablemente, el Sr. Geithner sólo observa -entre otros datos- el nivel de utilidades que continua generando de manera masiva la firma de inversiones Goldman Sachs -su antiguo empleador-, quien fuera receptor de manera directa e indirecta de billones de dólares en préstamos y rescates bancarios otorgados tanto por el Sr. Geithner como por su antecesor al frente de dicho ministerio, el Sr. Paulson, éste último también ex-empleado de la misma firma de inversión (ver más sobre este tema en los diversos artículos escritos de manera reciente por el señor Matt Taibbi en la revista Rolling Stone).

Es evidente que en los Estados Unidos, no obstante que el debate público está ahora casi totalmente centrado en la reforma de su injusto sector de la salud, al menos se han podido escuchar algunas tenues voces de descontento sobre la irresponsabilidad de banqueros, constructores y reguladores en las acciones u omisiones que llevaron a la economía norteamericana a su grave crisis actual. De manera lamentable, éste no es el caso -como debería serlo- en otros países que ni siquiera han iniciado un modesto debate sobre las verdaderas causas y los verdaderos responsables de la crisis.

Al escuchar en directo el debate aludido en el congreso norteamericano, transmitido por alguna cadena de televisión internacional, no pude evitar recordar el espectáculo que se viene viviendo en otras naciones, especialmente en España, en donde de manera similar al caso del Sr. Geithner, tanto el Sr. Zapatero -Presidente del Gobierno español- como la señora Salgado -su ministra de economía-, cada dos ó tres semanas vuelven a insistir en que estamos al otro lado de la crisis. En efecto, el Sr. Zapatero ha vuelto a mencionar hace pocos días que "...saldremos de esta crisis un trimestre antes o un trimestre después...". Muy inteligente comentario, además de respetuosa frase con los ciudadanos, Sr. presidente. Claro, siempre habrá un trimestre en que aquello deba ocurrir, aunque sea más tarde que temprano!

Cómo se nota también, al igual que en el caso con el Sr. Geithner en los EE.UU, que en España ninguno de los dos portavoces mencionados forma parte de los ejercitos de desempleados, hoy victimas de esta cruel realidad causada por unos pocos.

Y no debemos olvidar que la Gran Recesión actual, y sus brutales consecuencias de paro y hambre para millones en España como en otros países, fue causada directamente por el abuso y la irresponsabilidad -y según los procesos penales en curso, por la deshonestidad y corrupción- de un puñado de políticos quienes, en su momento, se embolsillaron gruesas utilidades ilícitas a lo largo del período de gestación de la absurda "burbuja inmobiliaria" generada y promovida también por algunos constructores, especuladores y banqueros bien conocidos. La ciudad de Madrid -en su zona norte-, por ejemplo, con sus cuatro edificios nuevos construídos -como símbolo imborrable de esta época de burbujas inmobiliarias sin precedentes-, nunca podrá olvidar esta penosa tragedia económica y social que se refleja en haber alcanzado ya en España una altísima y humillante tasa del 20 por ciento de desempleo, ciertamente la peor de toda Europa y una de las más altas del mundo.

Y, aunque parezca increible, hasta el momento no existe ningún debate público y democrático serio -abierto y transparente- que permita abrigar la esperanza de que -algún día- los responsables de este descalabro histórico vayan a tener que pagar por sus graves daños causados a la economía y a la sociedad entera.

Habida cuenta de lo anterior, y con base en las cifras recién publicadas de confianza del consumidor -en vísperas de la importante época navideña de ventas que se acerca para miles y miles de empresas-, y aquellas para el consumo y la inversión productiva que han empezado a deteriorarse nuevamente -luego de algunos meses de leve mejoría, gracias a los diversos pero precarios programas de estímulo fiscal ejecutados-, será inevitable registrar un deterioro futuro aún mayor en las cifras de paro de los próximos meses. No es improbable, por ejemplo, que en el 2010 estemos hablando de un desempleo en España cercano al 25 por ciento -equivalente a más de 5 millones de personas sin trabajo-.

Así las circunstancias, no es ni razonable ni prudente -para un futuro saludable y justo para la sociedad- que se siga ignorando la necesidad de adelantar un gran debate público -tal y como se ha venido haciendo hasta ahora-, como sino hubiera ocurrido nada. Una democracia madura -y probablemente España no lo es aún- debería ventilar sus problemas con vigor y tranparencia constructivos, como única alternativa para preparar remedios y políticas efectivos. Los costes de toda esta lamentable crisis -no sólo en términos estrictamente económicos en recursos financieros perdidos y no generados, sino especialmente en materia social, representados en secuelas perdurables e inimaginables de frustración para millones de jovenes y pobreza para amplias capas de la población- son de enorme magnitud, además de muy profundos y duraderos.

Por todo ello, se impone la necesidad de hacer un cuidadoso examen público sobre el papel que jugaron los responsables directos, los actores -pasivos y activos- y los beneficiarios de todo este penoso desplome. Lo anterior es necesario a fin de que la sociedad pueda conocer la verdad de los hechos y, por supuesto, para que dichas circunstancias -penosas e inadmisibles- no se vuelvan a repetir. No debemos olvidar, repito, que nos encontramos frente a la peor tragedia económica y social del país en la historia reciente.

Habida cuenta de lo anterior, creo que es inevitable y necesario convocar -como en otros casos históricos relevantes ocurridos en otras sociedades más maduras y democráticas- el establecimiento de una COMISIÓN DE LA VERDAD, mediante la realización de un llamado público generalizado, independiente y transparente -pues estoy convencido de que los políticos y otros actores similares, debido a sus grandes intereses en ocultar todo este tema, no estarían nunca interesados en llevar a cabo esta convocatoria en el ámbito del Parlamento-. Todas las organizaciones independientes y privadas, sinceramente interesadas en el futuro y en la transparencia democrática para España, deberían unir esfuerzos para trabajar de manera conjunta en esta causa primordial. Así lo deberían también hacer otros países no menos implicados en casos similares de corrupción e irresponsabilidad extremas. Se lo debemos a nuestros hijos.

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