Saturday, October 24, 2009

Crecimiento económico después de la Gran Recesión

Desde tiempos de Adam Smith sabemos que el crecimiento económico puede resultar, de una parte, de la expansión del mercado interno que se origina en la interacción de varios factores tales como el crecimiento de la inversión, la investigación, la innovación, el desarrollo tecnológico, el aumento de la productividad o el crecimiento del empleo y, consecuentemente, de los mejores niveles de vida de los consumidores; ó, de otra parte, puede originarse también en la expansión de los mercados externos ya sea mediante el mecanismo tradicional del aumento sostenido de las exportaciones, ó bien a través de las crecientes actividades productivas de las empresas transnacionales.

En síntesis, hay sólo tres alternativas posibles para lograr un crecimiento económico sostenible: ó los países desarrollan amplios mercados internos para poder explotar economías de escala, abaratar costos de producción y aumentar, consecuentemente, la inversión productiva; ó los países desarrollan una gran competitividad externa que se constituye en complemento importante al tamaño limitado de sus mercados internos; ó los países combinan de manera estratégica el potencial resultante de ambos mercados, el interno y el externo.

El anterior marco teórico cobra inusitada relevancia en esta Gran Recesión y su aplicación en el análisis de la situación económica actual en algunos países permite entrever ciertas consecuencias y llegar a algunas conclusiones de gran importancia. Veamos.

En Asia, China -en primera instancia- saldrá como el gran vencedor de la debacle actual. De una parte, sus exportaciones continúan expandiéndose, no obstante la dramática caída de la demanda mundial, como consecuencia de la constante devaluación de su moneda la cual, entre otras cosas, ha seguido devaluándose -pegada al dólar de los EE.UU- en proporción histórica en los últimos siete meses; De otra parte, el monstruoso tamaño potencial del mercado interno de la economía china ha servido, también, de extraordinario apoyo para que el estímulo fiscal de su gobierno -cercano a los 600.000 millones de dolares- haya repercutido tanto de manera inmediata como esperada en la recuperación de su economía y su vigorosa expansión registrada -de alrededor del 9 por ciento en 2009-.

En América, como consecuencia directa e inevitable de esta Gran Recesión, los Estados Unidos están viendo que el consumidor está modificando sus tradicionales patrones de consumo -no olvidemos, consumo que equivale al 73 por ciento de su PIB- en favor del incremento del ahorro, anticipando así su continuado deslizamiento hacia la pérdida definitiva de su hegemonía mundial como la única gran potencia mundial. En este caso, la reducción gradual de su mercado interno es definitiva y el mercado externo -ante la enorme creciente competitividad de sus rivales tales como China e India- apenas le sirve para no hundirse más profundamente. En efecto, tanto analistas como historiadores coinciden en señalar que la China será ya, sin duda, la primera potencia económica mundial en el curso se los próximos quince años.

En Europa, Alemania -la gran potencia tecnológica y exportadora del mundo- parece ser una de las economías que podrá salir de la crisis sin heridas profundas y definitivas, consolidando de esta manera su preponderancia continental. No obstante que la reciente y brutal revaluación del Euro trabaja totalmente en su contra -hasta el momento- y consecuentemente sus exportaciones se encuentran muy debilitadas -han caído 23 por ciento entre enero y julio de 2009 con relación a los mismos meses de 2008-, su posibilidad en seguir manejando de manera equilibrada sus ventajas competitivas tanto en los mercados internos europeos -el suyo propio, el de Francia y el del Reino Unido, por ejemplo-, como en los externos -China, India y Canadá, para citar sólo algunos- le dará probablemente suficientes fuerzas para recuperarse de manera lenta y gradual. Lo anterior ofrece a Alemania, claramente, la posibilidad de seguir apoyándose -como tradicionalmente lo ha hecho en los últimos 50 años- tanto en los mercados internos europeos como en los externos en el resto del mundo.

El caso de España merece atención especial. En efecto, no obstante que este país se vislumbraba -hasta hace un par o tres de años- como el gran ejemplo de crecimiento y desarrollo para los demás países emergentes, tanto de Europa del Este como de América Latina, la situación se ha tornado negativa además de muy peligrosa desde el punto de vista económico y social. Veamos.

De una parte, su creciente e inaceptable nivel de endeudamiento tanto de las familias como de las empresas -en el caso de las personas, por ejemplo, superior al 130 por ciento de su ingreso disponible-; y de otra, el alarmante nivel de desempleo -superior al 20 por ciento en 2010, más del doble del promedio de la tasa de desempleo europea y equivalente a más de 5 millones de personas sin trabajo- impedirán su recuperación sostenible en varios años por venir; ello será así por la consecuente reducción real del tamaño de su mercado interno, en magnitud similar a la de la pérdida de la demanda agregada que en el pasado se originaba en esos millones de consumidores hoy sin trabajo, endeudados y sin ingresos.

Como si lo anterior fuera poco, el precario nivel de competitividad internacional de la economía española tampoco le servirá de apalancamiento, como por el contrario ocurre -por ejemplo- con la economía alemana, para sortear con mejor suerte las graves consecuencias de esta Gran Recesión. Téngase en cuenta que la economía española ha padecido siempre de un déficit estructural grave en su balanza comercial entre exportaciones e importaciones, precisamente como consecuencia de su precario nivel de competitividad internacional. Recuérdese, además, que entre enero y julio de este año sus exportaciones han caído en un 19 por ciento con relación al mismo período de 2008, viéndose acelerado este efecto negativo por la revaluación del Euro frente a la divisa norteamericana.

Parece estar claro que en España no ayudarán en su recuperación económica sostenible ni el potencial del tamaño de su mercado interno -que como hemos visto se está reduciendo notablemente-, como tampoco el potencial originado en los mercados externos -en los cuales, es evidente, España representa poco-.

En síntesis, como en todas las crisis, habrá ganadores y perdedores en esta ocasión. Nos acongoja pensar que España será uno de los grandes perdedores y, posiblemente, el país más afectado dentro del concierto de países industrializados. Lo importante ahora es evitar consecuencias aún más graves, especialmente en el terreno social, como resultado del desbordado nivel de desempleo que se ha alcanzado en este país. Por ello, el gobierno español no debería ahorrar esfuerzo alguno para reactivar la economía, lo más pronto posible, a través de gasto fiscal deficitario, aún a costo de tener que terminar - ó al menos suspender temporalmente- su participación en los acuerdos europeos en materias cambiarias, monetarias y fiscales con el fin de que la economía pueda volver a contar con el manejo independiente -hoy imposibles de ser utilizados- de la tasa de cambio para impulsar sus exportaciones; del tipo de interés para incentivar la inversión productiva; y del gasto del gobierno para regenerar la demanda agregada interna. No parece haber otra salida realista.

1 comment:

  1. Gracias por alimentar nuestra curiosidad trayendo el agradable contexto histórico a su interpretación de la economía mundial y de España en particular. Me gustaría leer su interpretación del esfuerzo del gobierno Alemán por incentivar la industria de producción de energía solar, en reemplazo de la de producción automotriz. Que se está haciendo en España? Es este un renglón importante?
    Jorge B Castillo

    ReplyDelete